Vigías "bisoños"

Espacio dedicado a aquellos comandantes que gusten de escribir y leer relatos sobre submarinos y aventuras marineras.

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kummetz1938
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Vigías "bisoños"

5 de Octubre de 1940. La fuerte marejada del Atlántico forma unas jorobas perpetuamente renovadas que hacen casi nula la visibilidad. La línea del horizonte escapa a las miradas cada vez que el U-46 se hunde en los huecos. El viento que sopla a ráfagas del Nordeste es glacial. Embutido en un chaquetón de cuero forrado de pieles y un grueso jersey marino de cuello alto que le cubre el mentón, con un gorro de lana calado en el cráneo que le tapa las orejas, Endrass se siente tenso y nervioso. La inmensa alegría que sintió cuando Dönitz, por su comportamiento en Scapa Flow, le confió el mando del U- 46 se ha transformado en una loca impaciencia. Desde que salió de Loriente, hace nueve días, no ha encontrado en su ruta más que un océano desierto. El día de su nombramiento en el curso de una recepción en Kernevel, Dönitz brindó por él y le deseó buena suerte... El champaña era excelente, pero la suerte parecía volverle la espalda.
El segundo día de navegación, a 150 millas aproximadaamente al noroeste de Bretaña, fureon atacados por un caza inglés que, desembocando de improviso de las nubes, los acometió.
Los vig´çias, todos "bisoños" como todo el resto de la tripulación, no lo habían señalado a tiempo. A pesar de la inmersión repentina, el U-46 tenía aún la popa en la superficie cuando fueron soltadas las primeras bombas. El Lobo gris se stremeció prolongadamente con las sacudidas.
Endrass se encontraba en su litera, contigua al puesto central, cuando sonó el claxon de alarma. Corrió al lado del ingeniero mecánico que bregaba para impedir que el submarino en su descenso precipitado, tomase una inclinación peligrosa. Miró a sus hombres, de los que no sabía nada. Algunos se mordían los labios, otros abrían la boca como si repirasen con dificultad, otros, en fin, tenían los ojnos desorbitados por la angustia. Era para ellos, su primera experiencia de combate. en resumidas cuentas, habían aguantado bastante bien su bauitimso de fuego.
El U-46 había recobrado su estabilidad. Todo peligro había desaparfecido. Endrass convocó en el puesto central a los cuatro vigías.
Hirsuto, commocionado aún, Will Leitzer fue el primero en llegar, seguido inmediatamente de Paul Winckepag. Los dos tenían veitiún años y una amistad profunda los unía desde su infancia. No se separaban nunca. Cuando Will declaró que estaba hasta la coronilla de la escuela y decidió trabajar en un astiillero de Königsberg, Paul tomó la misma decisión. A resultas de una reyerta en un muelle, Will fue despedido y Paul se marchó también. Se enrolaron a bordo de un barco de cabotaje. Iban de juerga juntos, se emborrachaban juntos, vivían en la misma habitación, cerca de los mataderos. en 1939, Will había anunciado: -Tú harás lo que quieras. Yo me alisto en los U-Boot. Paul no se mostró entusiasmado. Los U-Boot, aquel mundo minúsculo, encerrado y mortal no le atraía en absoluto. Pero no podía dejar solo a Will y se alistó a su vez. En el momento de firmar su enganche, pidieron ser destinados a la misma unidad.
En el curso de los cuatro meses de instrucción en el Báltico, Paul creyó no poder sobrevivir al mareo. Cuando desembarcaba, era un desecho que se tambaleaba. Will le aconsejaba: -Dájalo correr, pide el traslado a Infantería. Es idiota morir de agotamiento.
Pero la amistad, la ternura fraternal que Paul sentía por Will había permitido una especie de milagro. Paul había vencido al mareo.
El tercer vigía era un moreno bajito, de barba recia y azulada, torso ancho y músculos alargados, Karl Delelmo. De origen italiano, era nervioso y estaba perpetuaamente descontento.

El cuarto hombre, Horst Mandel, por su parte, no inspiraba demasiada simpatía. Era un borrachín que sufría mucho de la falta de alcohol a bordo.
--Quiero conocer al que no ha visto el avión en su sector -pregunta secamente Endrass. -Soy yo, comandante -dice Will. -No, soy yo, comandante -protesta Paul.
Endrass los mira. No sabe nada de la vida de los dos, pero su experiencia de los hombres le ha hecho comprender desde el primer día en el mar que aquellos muchachos están unidos en la vida y en la muerte.
--Os burlais de mí? ¿Quien ha sido? --Yo -se obstina Will. --No, no. He sido yo. El El avión venía por mi sector -explica Paul.
Endrass adivina que únicamente Paul es culpable. Pero también comprende que no puede separar a los dos hombres.
--Muy bien. Os inscribo a los dos en el libro de castigos. Al regreso, podréis estar juntos quince días en la Disciplinaria.
Calla. Luego dirigiéndose a la tripulación, explica con un evidente mal humor: --Escuchadme bien, todos. Aquí, no estáis de maniobras. Estáis en guerra, en una zona de operaciones. Esta vez hemos tenido suerte. Pero meteos bien en la cabeza, de una vez por todas, que a bordo de un U-Boot, la menor distracción, el más pequeño error, el menor pánico de uno solo no tiene más que una sanción: La muerte de todos.


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Ha sido un placer haber hecho esta pequeña transcripción de este libro, que hoy, casualmente, ha caído en mis manos, pero que tendré que devolver :( . Es una edición de 1972, o sea una antiguedad. el título en francés es: Les loups de L´amiral.
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Re: Vigías "bisoños"

Sin novatos no hay guerra. :lol:

Gracias por el relato, Kummetz. ::kaleun:
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