Operación Market Garden, 1ª parte

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kummetz1938
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Operación Market Garden, 1ª parte

Operación Market Graden

La Batalla de Arnhem, o como también se conoce, la Operación Market-Garden, fue probablemente la mayor y última derrota de los aliados en Europa. Market-Garden, concebida por el Mariscal Sir Bernard Law Montgomery, preveía la conquista de Holanda ocupando y protegiendo sus puentes, mediante un masivo asalto aerotransportado, las fuerzas Garden, mientras los blindados del XXX Cuerpo británico, las fuerzas Market, hilaban estos puentes uno tras otro hasta llegar a la ciudad de Arnhem, en la Holanda septentrional. Desde allí, Montgomery pretendía girar hacia el Este e irrumpir en la zona industrial del Ruhr, dando de esta forma un golpe mortal al Reich alemán.
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Esta gigantesca operación aerotransportada tenía dos características principales: primero, era la operación de paracaidistas y tropas transportadas en planeadores más grande que se halla realizado en la Historia, y segundo, el desembarco de tamaña fuerza iba a realizarse a pleno día, algo que nunca se había intentado antes. Sin embargo, las fallas de la inteligencia aliada y las sucesivas desestimaciones de informes provenientes de la zona ocupada, especialmente desde la Resistencia holandesa, que informaban de la presencia en la zona de por lo menos dos divisiones panzer alemanas, provocaron que el ataque se convierta en una carnicería.
De hecho tuvieron muchas más bajas que en el desembarco de Normandía.

La información existente acerca de los preparativos y el ataque aliados es abundante y de muy buena calidad. Sin embargo, poco o nada se sabe sobre lo que sucedía "tras las líneas enemigas", esto es, acerca de las exhaustas tropas alemanas que habían sido trasladadas desde el frente de batalla a la retaguardia en el norte de Holanda, un lugar, decían, tranquilo y apropiado para el descanso.

Para comprender mejor la batalla por Holanda, desde el punto de vista alemán, debemos obligadamente retrotraernos en el tiempo unos cuatro meses antes, a los días previos a la invasión de Normandía. La situación del ejercito alemán en Francia a finales de mayo y comienzos de junio era totalmente precaria e inestable. Las mejores tropas alemanas estaban empeñadas en el frente oriental, luchando contra un ejercito ruso que se hacía cada vez mas poderoso. Los repliegues de tropas eran cada vez mas habituales y las ciudades rusas caían una tras otra.

El inmenso aparato industrial soviético tras los montes Urales, apuntalado por los suministros aliados, producía mas tanques T-38 del que los alemanes podían destruir. Mientras tanto, en Francia, la teoría del mariscal de campo Erwin Rommel, que afirmaba que los aliados debían ser destruidos durante el desembarco, se enfrentaba a la del mariscal Gerd von Rundsted que insistía en una retirada completa hacia el Noroeste de Francia, reagrupar las fuerzas y enfrentar al enemigo en las amplias llanuras de la Galia. Rommel disentía ásperamente de esta tesis.

Si los aliados desembarcaban y consolidaban su cabeza de playa, pensaba, la inmensa estructura industrial de los Estados Unidos se encargaría de aprovisionar continua y abundantemente a sus tropas y aliados, algo que Alemania no estaba, por lejos, en condiciones de hacer. El tiempo y los hechos le darían la razón. Constantemente, día a día, la aviación aliada, estadounidenses de día y británicos de noche, estaban demoliendo la industria pesada alemana y sembrando el terror en la población civil. Las ciudades alemanas estaban siendo reducidas a cenizas, incluso aquellas que los alemanes habían declarado "ciudades libres", como fue el tristísimo episodio de la matanza de Dresde.

Los alemanes disponían en Francia, en junio de 1944, de aproximadamente 50 divisiones que solo existían como tales en los mapas de situación del Oberbefehlshaber West (Comando en jefe del Frente Occidental). De esas 50 divisiones, solo estaban en completa preparación para la batalla la 2° División SS Das Reich, la 12° División SS Hitlerjügend, la 17° División SS Götz von Belichingen, el XV Ejercito del general Gustav von Zangen, y algunas otras unidades panzer del ejercito alemán. El resto solo eran formaciones con elementos reclutados rápidamente y en su mayoría carecían de instrucción militar y hasta de fusiles.

Al producirse la invasión el 6 de junio, estas unidades apresuradamente formadas cayeron en pánico, y si no hubieran intervenido comandantes con gran experiencia en el manejo de tropas en combate, la desbandada hubiera sido general. Para tener una idea de la situación imperante en Francia por aquellos días, es recomendable citar a los mismos jefes que contuvieron a estos aterrorizados hombres. Es el caso del general Kurt Meyer, jefe del 12°Waffen SS Hitlerjügend, quien decía:

"Había hecho yo una corta inspección por la retaguardia, cuando ante mí, por la carretera de Caén-Falaisse, en desordenado tumulto, aparecieron los soldados de la 89° División, presa del pánico. Me di cuenta que era preciso hacer algo para que volvieran a primera línea y combatieran. Encendí un puro, me planté de pié en medio de la carretera y en voz en grito, les pregunté si iban a dejarme solo para que me las arreglara con el enemigo. Al ver a un jefe de división dirigiéndose a ellos en aquellos términos, se detuvieron, vacilaron un momento y volvieron a sus posiciones".


El desembarco en Normandía había sido de tal violencia, que solo hombres bien templados y con amplia experiencia en batalla podrían resistir el furioso embate de las fuerzas aliadas y de su aviación martillando todo lo que se moviera en tierra. El relato del SS Untersturmführer Herbert Walther, durante la batalla de Caen, da una idea cabal de los terribles enfrentamientos en la Francia ocupada:

"Mi conductor ardía como una tea. Una bala me había atravesado el brazo, llegué a las vías del ferrocarril, y eché a correr. Más abajo, en un terraplén, comenzaron a dispararme. Una bala me alcanzó en la pierna, corrí unos cien metros, y luego fue como si me hubieran dado un martillazo en la nuca. Me había entrado una bala por debajo de la oreja y había salido por la mejilla. La sangre me ahogaba. Vi a dos americanos que hablaban de rematarme..."

Pero Walther no fue rematado. Por el contrario un soldado norteamericano le vendó la pierna y lo transportó sobre el capó de un jeep a un hospital de campaña. De su maltrecho cuerpo los cirujanos extrajeron 13 balas.

Relatos como este son abundantes, en ambos bandos. Una vez desembarcadas, las tropas aliadas continuaron con su avance por Francia casi sin interrupción. La excesiva confianza en la victoria se había acrecentado. Entre los altos oficiales aliados, mas que en los soldados de las trincheras, se había hecho carne la insólita idea de que sus fuerzas eran invencibles. Se comenzó a desestimar valiosos informes de los jefes de las Resistencias locales y se empezó a pensar que los alemanes estaban desorganizados, en franca retirada y que ya habían perdido la guerra. Los hechos de septiembre de 1944 demostrarían lo contrario.
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Si hago una buena obra, me siento bien; y si obro mal, me encuentro mal: Esta es
mi religión. (A.Lincoln)...¡Vivir y dejar vivir: Esta es mi política!
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